Naturaleza y Cultura El Monte Areo y Marino Busto



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El mayor campo de dólmenes de Asturias no esta valorado como tendría que ser a nivel cultural y turístico, ni recordado en él a su gran divulgador

Hace un año del fallecimiento del gran estudioso Marino Busto, que desde las páginas de este diario divulgó hace tres lustros la puesta en valor de la mayor necrópolis tumular de Asturias, con dólmenes de más de 5000 años, en los límites de Carreño y Gijón. Pero este famoso escritor, miembros del RIDEA y cronista oficial de Carreño, aún no es recordado en ese monte como se debiera, ni en ningún otro lugar de su querido concejo, al que él tanto amo y defendió, no solo a través de sus publicaciones, si no también "in situ", por medio de las marchas populares que impulsó por el Monte Areo, Candás o Guimarán, con el programa de educación ambiental "Recreo en la Naturaleza". Unas veces subiendo por Poago, Serín o Montiana y otras por El Valle, Guimarán o Ambas. En estas actividades, con autoridades regionales y locales al frente, muchos cientos de gijonés, candasinos y asturianos en general,así como de otras partes de España e incluso de otros países (con ocasión de las otrora jornadas internacionales de voluntarios de Protección Civil) le pudieron escuchar de viva voz, con su amable y simpática elocuencia, cuando iba en cabeza de esas caminatas por el monte, dando detalles a cada paso de la historia y la cultura de esa zona. Allí se le debería recordar para siempre junto al campo de dólmenes.

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Del Monte Areo, o Monte de San Pablo (pues allí había una capilla con ese nombre), comentó Jovellanos en su Diario, el 14 de julio de 1792: "Camino nuevo para mí por Jove y Poago, y su puente sobre el río Aboño; vega ancha que puede ser el <> de Pomponio Mela, porque por una garganta comunica con el estero de Aboño, y antes que éste se llenase de arena y la vega de tierra derribada de las alturas, pudo ser un grande estero. Las peñas de las altas laderas acaso confirman esta conjetura. El río divide los concejos de Gijón y de Carreño. Súbese el monte San Pablo (o Areo) y corriendo por él se baja al valle de Carreño, atravesando el camino por la parroquia de Güimarán. Terreno hermoso, fértil, bien cuidado y plantado".

Hace dos décadas el ilustrado colaborador de EL COMERCIO, Marino Busto, con su característica tenacidad no paró hasta encontrar los misterios que ocultaba el Monte Areo (de 264 metros de cota). Y llevó a ese lugar, como decíamos, a cientos de personas para que viesen con sus propios ojos la necrópolis tumular más importante de la región, con 30 dólmenes... Además del campo de dólmenes, el Monte Areo siempre fue afamado, pues por su ladera iba la vía romana de La Mesa y un ramal del Camino de Santiago (por la campa de San Pablo). Sus mejores accesos son por las parroquias citadas anteriormente, por donde se ascendía con Marino Busto y el programa medioambiental aludido. Ahora se puede recorrer el monte por varias pistas o caminos que lo surcan en todas direcciones, en pequeñas o en largas caminatas de varias horas a pie. Los ediles de Gijón y Carreño, presentes en las marchas de confraternización a Candás, acordaron hace dos lustros celebrar allí una actividad de hermandad. Y ese encuentro medioambiental se celebró varios años, de la mano de Marino Busto, con el apoyo del citado programa (impulsor asimismo de las marchas populares por Carreño, Ruta de La Plata, Peña de los Cuatro Jueces o Marcha Jovellanista); y con la asistencia de autoridades de cada municipio implicado. Además, de visitar sus dólmenes, se realizaban múltiples actividades, desde bailes regionales a muestras artesanas, deportes autóctonos, demostraciones de aeromodelismo y globos aerostáticos o ejercicios de rescate a cargo de la Sección Verde de Protección Civil de Gijón y Sección Canina de la Policía Local gijonesa. Inaugurándose áreas recreativas y pistas de aeromodelismo (ahora dedicada a otro menester), junto a la laguna del Visu y en Poago.

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Parece ser que por el Monte Areo iba un ramal del Camín Real de La Mesa, que unía tierras leonesas con la costa asturiana, concretamente Astorga con las Aras Sextianas de la Campa Torres, pasando por Lucus Asturum (Llanera). Aunque posiblemente era el final de la Ruta de La Plata. En una zona del monte conocida por Peña l,Carru, hay restos de esa calzada, pero la concentración parcelaria y las pistas que por allí hay ahora, hicieron desaparecer muchosvestigios del pasado. Entre otros destrozos se construyó un antiestético mirador sobre este peña y se taparon los restos de la posible vía romana; y no sería raro que se termine con todo ese patrimonio si los entes culturales no lo toman en serio pronto y controlan el gamberrismo galopante en la zona.

Muchos asturianos vieron de la mano de Marino Busto las reliquias que guarda ese monte en esas actividades medioambientales. Para ese gran estudioso el nombre de Monte Areo podría corresponder al de Iroba, que según una antigua leyenda querría decir "tierra rica y gente boba" (en referencia a los tesoros en él escondidos) o "Monte de las Aras"…

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Lo cierto es que de siempre fue un lugar mágico o sagrado, tanto por sus sepulcros Prehistóricos (dólmenes), como por su calzada romana y posterior Camino de Santiago, o sus ermitas del Viso, Los Remedios, San Pedro y San Pablo, protegidas por una fortaleza del siglo X. El Monte Areo es tan plano (una zona se conoce por La Llana) que el primer aeropuerto de Asturias se quiso hacer allí, pues además no suele tener niebla. Guillermo Schultz, autor del Mapa de Asturias en 1868, decía de ese monte que algunos espacios pudieran haber sido nivelados artificialmente por la mano del hombre. Julio Somoza opinaba en 1909, en la Historia de Gijón en la General de Asturias, que las nivelaciones que dominan a Gijón iban destinadas a campos de maniobras de los soldados de IV Legión Macedónica, de guarnición en esta villa y que pudo haber población romana. Según Marino Busto, el historiador González de Posada, en su libro manuscrito de 1792, ya hablaba de "tumbos" o "mámulas" en medio de las llanuras de la montaña, junto a varias lagunas. Decía que esas elevaciones del terreno eran sepulcros antiquísimos. Y, en lo cierto estaba, pues en 1989, siguiendo esas noticias y recorriendo el monte, se dió con ellos y Marino Busto lo hizo público en EL COMERCIO

Descubrió los túmulos de un auténtico campo de sepulcros prehistóricos. Dólmenes que resultaron ser de hace 5000 años. El misterio se había desvelado, pues no sólo era monte sagrado por sus capillas, sino porque mucho antes nuestros antepasados le habían elegido para enterrar a sus muertos.